viernes, 3 de julio de 2009

H1N1

Voy en el subte, me voy para Junín, voy con el bolsito.
Como sé que no me voy a sentar en la línea A a las 5 de la tarde me quedo cerca de la puerta.
El subte va completamente lleno, ya no entrará nadie más, completo. Así y todo la gente empuja y siempre entra alguien más, donde entran 2 entran 3... y así por el estilo. En una estación sube un hombre. Mediana edad, bastante corriente, al principio nadie lo miró... nadie mira a nadie en el subte, todos miramos por las ventanillas como si en algún momento fuéramos a salir del túnel o como si de pronto fuéramos a ver algo más que la pared.
El hombre, empezó tímidamente a carraspear. Alguna extremista se tapó la boca con la bufanda.
Del carraspeo pasó al ahogo, ya no podía parar de toser, ya todas las extremistas tenían la boca tapada.
El ahogo empezó a ser tal que todo el vagón se dio vuelta para verlo. Los más cercanos se alejaron de él, pero con el subte lleno empezaron a comprimirnos a todos, yo estaba como a 3 personas de él, completamente comprimda contra uno de los bancos, tratando de no perder el bolso, o un brazo. El hombre estaba completamente ahogado y son la tos arcadas y flema. Cundió el pánico, ya todos lo miraban con cara de desesperación y se miraban entre sí como esperando que alguien les diera la orden. De pronto la luz de la estación empezó a entrar por las ventanillas y una mujer desde lejos dio la orden: Ahora! Ya estamos en la estación! Abran! Abran! BAJENLO!!!
Al instante los dos que estaban más cerca de la puerta tiraron de ella y los que estaban al rededor del hombre procedieron a empujarlo hasta sacarlo del vagón.
No se escuchó ningún "pobre hombre..." Más bien todo lo contrario. El hecho produjo una relajación dentro del vagón tal que la gente empezó a hablar entre sí, empezaron a intercambiar miradas cómplices de niños que acaban de hacer una travesura. Y no faltó el que se sintió un héroe por empujarlo sávandonos a todos de las gripe.