martes, 29 de marzo de 2016

Estrella

Todos los días él se sube a la moto y va a trabajar.
Cada día hace el mismo recorido, y cada día al pasar por esa esquina se le hace un hueco en el pecho.
Ella trabajaba con él, la conoció de casualidad pero en la oficina a la que iban los dos todos los días.
El trabajo era tedioso  reiterativo así que empezar a cruzarse por los pasillos les daba un poco de alegría.
A veces el hueco del pecho se le hace insoportable, esos días cambia el recorrido. Sabe que va a llega tarde a trabajar pero no puede pasar por la esquina.
Un día la invitó a salir. Ella se rió pero igual dijo que si. Merendaron. Después merendaron muchas veces. Con el tiempo se fueron a vivir juntos.
Cuando pasa por la esquina no puede evitar pensa cuánto tiempo pasó, cuantos años, cuántos meses, cuantos días desde que la conoció.
Cuando ella se mudó al depatamente hubo un primer momento en el que parecía que no iban a entrar odas sus cosas y ellos pero, como todo, se fueron acomodando.
Las cosas entraron, ella también, y con el tiempo hasta pudieron empezar a ahorrar.
Compraron la moto para llegar más rápido a trabajar.
Él sabe que no fue culpa suya, nunca supo bien qué pasó. Lo primeo que recuerda es el piso.
Ahora, de ella, queda en esa esquina, solamente una estrella.

jueves, 22 de enero de 2015

Estimado señor de enfrente

No es mi intensión con esta carta ponerlo en vergüenza pero Ud. nos acusó de algunas cosas sin tener todos los datos de la situación y me gustaría que al menos los sepa antes de seguir despotricando.
Primero quiero decir que le creo a mi abuela cuando dice que, sinceramente, no se dio cuenta de que el lugar que eligió para estacionar era la puerta de su garage. ¿Puede culparla? No tiene bajada en el cordón, a simple vista no se nota que la reja es un portón corredizo, no había, absolutamente, un lugar en toda la cuadra, y por otro lado pensó que era sólo un momento.
De hecho fue sólo un momento. Ella fue a buscar la camioneta mientras nosotros nos terminábamos de alistar para bajar, ella subió, agarramos los bolsos y bajamos para irnos. Se da cuenta Ud. de que no esperó tanto tiempo.
Realmente me preocupa la forma en que nos empezó a gritar apenas se dio cuenta de que la camioneta estaba estacionada en su portón. A lo mejor su rabia repentina automática no le dio tiempo para ver que la camioneta tiene libre estacionamiento para discapacitados. Ud. dirá: pero todos Uds al subir caminaban perfectamente.
Íbamos a buscar al dueño de la camioneta, que a lo mejor no tiene posibilidad de moverse por sí mismo pero sí tiene derecho a tener un momento de privacidad con su novia. Ahora, ¿cómo hace para tener privacidad si necesita alguien que lo lleve? Lo llevamos, lo dejamos, lo vamos a buscar.
En ese momento Ud. seguramente, no notó lo patético de su señora diciéndonos que no entendíamos nada y mostrándonos su bota ortopédica levantada en el aire para demostrarnos lo desconsiderados que somos y la falta de respeto hacia una persona con movilidad reducida. Le cuento que mi tío es cuadriplégico. Su señora en la calle con la pata levantada se me representó un tanto imbécil.
Pero también quisiera que comprenda el momento por el que estaba pasando mi abuela, la mujer de 72 años que estacionó en su vereda por tiempo de 5 minutos, cuando la novia de mi tío le avisó que él había estado vomitando toda la noche. La primera noche que pasaba solo, con su novia, lejos de su madre. Fue un momento difícil.
No creo que Ud. le haya dado tanto pensamiento al asunto pero yo no dejo de pensar que si no hubiera perdido los estribos a lo mejor se hubiera dado cuenta de que el daño que le hiciéramos no era tan grave y que a lo mejor la próxima vez que se sienta profundamente injuriado al menos intentará ver si hay algún otro punto de vista u otra posibilidad en relación a la forma en la que se dieran los acontecimiento que Ud. desconoce que no sea que un hijo de puta se estacionó frente a su portón. 

jueves, 28 de agosto de 2014

A ver si logro sacar esto de mi sistema

Hace un tiempo me dijiste que estabas segura de que si hubiera podido elegir hubiera elegido tener un hijo normal.
En ese momento no consideré ni siquiera la posibilidad de empezar a explicarte por qué no estoy de acuerdo con esa afirmación pero hoy me gustaría que puedas repensarlo.
Para empezar no creo que haya una posibilidad de normalidad y si la hay no creo que sea sana. Esforzarse por llegar a estar a la altura de la normalidad tiene necesariamente que destruir a la persona. No quiero desde ningún punto de vista que las personas que quiero sean normales. Odio la normalidad.
Si sigo pensando en tu afirmación no creo que nunca nadie pueda llegar a pensar en la posibilidad de elegir a sus hijos, creo que es más tolerable la idea de no quererlos. Ni siquiera pienso en la idea de elegir sus genes y si van a tener ojos claros o negro si no que pienso que desde el momento en el que elegís a tu hijo no sólo lo estás condicionando profundamente si no que además le estás metiendo una presión enorme, estar a la altura de lo que tu mamá eligió en vos para que vos seas. ¿Cómo se puede vivir con esa idea?
Pienso en lo terrible que es elegir tener un hijo normal.
Prefiero mil veces pensar que ojalá nadie sea normal.
Realmente espero que puedas pensar las cosas desde otro punto de vista y te des cuenta de que es mejor tratar de robarle al tiempo unos segundos de locura que una vida entera de tranquilidad normal.
Yo sé que no es fácil de pensar, que no es lo normal. Hay gente que puede pasarse la vida entera sin tener que replantearse nunca nada, pensé que eras uno de esos casos, nunca pensé que fuera necesario. Pero lo es. Te tocó tener que cambiar tu vida y eso implica necesariamente replantear algunas cosas.
La vida no puede ser normal.
La gente no es tan normal.
Espero, de todo corazón, que no lamentes no ser normal.
Espero que pueda abrazar esa falta de normalidad y puedas desde ahora descubrir cada cosa como si fuera la primera vez. Que puedas encontrar cosas que no tuviste antes. Que puedas emprender este nuevo viaje y que de alguna forma sea placentero.
Te deseo mucha suerte. Espero poder acompañarte un poco.

martes, 18 de marzo de 2014

Carta a un lector desconocido.

Según los parámetros terrestres tengo una vida feliz. De hecho es por esos parámetros que vivo actualmente en la tierra.
Tengo una pareja, tengo amigos. Me divierto mucho con ellos y por sobre todas las cosas disfruto la música. Tuve que recorrer años y galaxias para encontrar este tipo de felicidad y por eso ni se me ocurre volver a mi planeta.
Pero hay otro sentimiento que descubrí acá que es el que me presenta problemas en este momento. La nostalgia. Nostalgia de mis padres, nostalgia de los seres que quedaron allá lejos hace tiempo.
Veran, mi planeta no es tan distinto de este, a simple vista las personas son iguales, hay algunas diferencias en la forma en que nuestros ojos distinguen los colores, según logré comprender yo sería daltónico según sus criterios. Calculo que ustedes ven una gama de colores mucho más amplia que yo y a lo mejor es por eso que nuestros planetas son diferentes. En mi planeta no hay ningún tipo de música. Escapa a mis conocimientos de la historia de mi planeta saber si hubo alguna vez, sólo sé que no hay ahora. Tal vez fue la ausencia del color, escuché decir que cada color representa un estado de ánimo, o puede llevarte a eso. “Ponele un poco de color a tu vida”. No sé… Investigué mucho sobre el color. Leí los libros que escribieron aquellos que dedicaron su vida a investigarlo. Debe ser una cosa realmente fascinante para que se escriba tanto sobre ello. ¡Y en tan amplios enfoques, además! Físicos, pintores, arquitectos, químicos. Tantas posibilidades… Pero todavía no me explico si fue esa la diferencia.
Verán, en mi planeta no somos sordos. No hay ninguna dificultad física para que no se haya desarrollado la música, y sin embargo…
Ay, ay, me voy por las ramas. Retomando las diferencias entre ustedes y nosotros, dejando de lado las cuestiones físicas del problema de la música también encuentro diferencias… sociales, digamos. Es dificil para mi darme cuenta de qué es lo que estoy sintiendo en un momento determinado o con determinada persona, fue muy dificil para mi darme cuenta de que no todas las personas me producen la misma sensación. La primera impresión, sería. Fue a través de la música, y de mucho hablar con mi pareja, que pude empezar a distinguir entre un sentimiento y otro.
Pueden imaginarse cómo repercute esto en una población mundial. No recuerdo a mis padres, ellos no se recuerdan entre sí. No sé a ciencia cierta si alguna vez tuve un hijo en mi planeta natal. No digo con esto que la gente sea miserable, a lo mejor a la distancia puede parecer eso pero no me lo parecía cuando estaba allá. Tampoco voy a mentir diciendo que salí a recorrer la galaxia en búsqueda de algo que me faltaba. Acá en la tierra ese parece ser un mito muy difundido. La verdad es que vine en busca de flores, no plantas, sino flores… pero no viene al caso con esta historia.
Muy bien, el caso es que la gente no se busca más de una vez. Todas las existencias son paralelas. Se tocan en algún punto pero no van juntas nunca. Supongo que desde acá es un poco impensable… a ver, tampoco digo con esto que la gente este sola, encerrada en su casa como un agorafóbico (Como verán ya viví una considerable cantidad de tiempo en este planeta). No, la gente sale, de la misma forma que sale acá. Sale a trabajar, sale a comer, sale a charlar y dar charlas sobre educación sexual y drogas. No somos tan distintos, pero no sale a bailar. No existe el concepto de amistad, ni de familia, ni de amor, ni de odio. Simplemente encuentros.
Muy bien, habiendo establecido esto voy al punto. La semana pasada, andando en bicicleta solo, como solía hacer allá, más o menos, a punto de llegar a una esquina me vino la nostalgia. Vi, en esa esquina, reflejada una esquina que conocía en mi planeta. Y lo que es más raro, me pareció ver a uno de mis vecinos.
Me agobió completamente la idea. Se me ocurrieron mil cosas en un segundo. Pensé en mis padres a los que no llegué a conocer, pensé en si tendria hermanos, si tendría hijos. Toda esa gente con la que nunca sentí una conexión o duda mientras habitábamos el mismo espacio y que de pronto, con todo lo que había cambiado en estos años, en este planeta, sentía la necesidad de conocer.
En ese momento pensé que debía ser un truco de mi imaginación y decidí dar la vuelta manzana para comprobar que era sólo un recuerdo. No podía ser más que eso, pero cuando volví a pasar me di cuenta de que era cierto. Un pliegue en el universo, había escuchado hablar sobre estas cosas pero no estaban comprobadas, eran sólo una teoría. Y yo la había encontrado paseando en bicicleta.
Se me ocurre en este momento que sólo una persona que conozca bien los dos lados puede darse cuenta de la diferencia, realmente los dos lados no son tan distintos.
Entonces me paré para ver hacia el otro lado, y el otro lado desapareció. Me acerqué, miré de costado, salté y grité pero no pude verlo hasta que volví a subir a la bicicleta. Sólo podía verlo desde esa altura y en movimiento. Gran chiste del universo. Casi imperceptible, en esa esquina que había recorrido mil veces por ambos lados, caminado, en auto, en colectivo, estaba esa ventana de una de mis vidas a la otra. No podía creerlo. Ese día pasé mucho rato dando vueltas en círculos, pensaba en la gente que dejé atrás cuando decidí quedarme, pensaba si podría, por esa ventana, pasar alguna de las experiencias vividas. Si podría pasar música…
Llegué a la conclusión de que se puede. Esto lo escribo a modo de advertencia. Voy a tirar este papel por la ventana y que mis incautos vecinos sepan que después voy a tirar otras cosas. Instrumentos, cajas de música, cuadros, tratados sobre sociología.

Pero si nunca llegan, si quedan desperdigados por algún lugar del universo igual me van a servir de excusa para ir de vez en cuando a esa esquina y ver como están las cosas del otro lado.

martes, 24 de agosto de 2010

En la soledad.

Ayer, caminando sola por mi barrio, me crucé con mucha gente sola.
Iban los unos, esquivando las miradas, buscándolas los otros, como esperando ver algún vestigio de humanidad.
Vi Virginias, Susis, Malenas y MariaEugenias.
Vi gente apurada, gente asustada, gente desesperada. Gente que tratando de generarse una paz, explota por cualquier fuga.
Vi púberes tratando de ver uno a través del otro de tan cerca que iban tratando de caminar. Tratando de fundirse en uno solo. Tratando de no estar tan solos. Tratando de encontrar un soporte antes de sentir la soledad que requiere crecer y hacerse cargo de uno mismo. Saber que ya nadie te va a ayudar a caminar. Que si no podés levantarte solo si tropezás menos vas a poder cuidar de otro, querer a otro.

Ayer soñé que llorabas por mi y supe que yo también te hice mucho daño.

lunes, 19 de julio de 2010

Andando

Desde que el ser humano llega, aproximadamente, al año de edad empieza a aprender a andar.
A sostenerse sobre su piernas, manteniendo así su cuerpo erguido. A equilibrarlo para poder levantar primero uno, adelantarlo, apoyarlo, levantar el otro y así al infinito para avanzar.
Tal vez le enseñen, como a mi, a andar sigilosamente para no molestar con el ruido de las pisadas, por ejemplo, el desarrollo de una obra. Para eso deberá apoyar cada parte del pie en orden y distribuyendo la fuerza para no hacer crujir las tablas.
O tal vez deba aprender a caminar como el zanquista, apoyando todo el peso del cuerpo en un punto, para lo cual debe redistribuir toda la fuerza de la pierna para que caiga toda junta pero sin perder el equilibrio.
Tal vez aprenda a correr, dejando su cuerpo suspendido salto tras salto, entendiendo que para eso debe recordar respirar administrando el aire que entra y sale.
Para caminar sin atolondrarse deberá fijarse por donde camina pero manteniendo la frente alta para saber hacia donde va sin chocar con el que viene de frente.
Todo esto el ser humano lo aprende un poco de lo que le enseñan y un poco de los golpes. De caer en cualquier pozo. De chocar contra las paredes, los árboles. De pisar las flores.
Pero cuáles son los pasos que debe dar? Adónde debe ir? Eso nadie puede enseñárselo. Sólo cada ser humano sabe cuál es su propósito, adónde quiere ir.
Nadie puede decirle cuál es su propósito, por fácil que parezca. Nadie tiene todas las respuestas. Nadie puede, ni debe.

jueves, 10 de junio de 2010

El Economista

Vive pegado a su caja.
No es para vigilarla o por obsesión, literalmente esta pegado a ella.

Con los brazos cruzados y el rostro ceñudo, acusador. Tiene el mismo aspecto que un director de escuela.

Compuesto por la sección de economía del diario, Plasticola (No cola Vinílica, si no es de marca no sirve es su lema)y servilletas de papel, no consiente el desperdicio.

Lleva a cuestas una gran carga. Se ve en su espalda el rastro de los años sentado en su escritorio. Sentado siempre de brazos cruzados.