martes, 18 de marzo de 2014

Carta a un lector desconocido.

Según los parámetros terrestres tengo una vida feliz. De hecho es por esos parámetros que vivo actualmente en la tierra.
Tengo una pareja, tengo amigos. Me divierto mucho con ellos y por sobre todas las cosas disfruto la música. Tuve que recorrer años y galaxias para encontrar este tipo de felicidad y por eso ni se me ocurre volver a mi planeta.
Pero hay otro sentimiento que descubrí acá que es el que me presenta problemas en este momento. La nostalgia. Nostalgia de mis padres, nostalgia de los seres que quedaron allá lejos hace tiempo.
Veran, mi planeta no es tan distinto de este, a simple vista las personas son iguales, hay algunas diferencias en la forma en que nuestros ojos distinguen los colores, según logré comprender yo sería daltónico según sus criterios. Calculo que ustedes ven una gama de colores mucho más amplia que yo y a lo mejor es por eso que nuestros planetas son diferentes. En mi planeta no hay ningún tipo de música. Escapa a mis conocimientos de la historia de mi planeta saber si hubo alguna vez, sólo sé que no hay ahora. Tal vez fue la ausencia del color, escuché decir que cada color representa un estado de ánimo, o puede llevarte a eso. “Ponele un poco de color a tu vida”. No sé… Investigué mucho sobre el color. Leí los libros que escribieron aquellos que dedicaron su vida a investigarlo. Debe ser una cosa realmente fascinante para que se escriba tanto sobre ello. ¡Y en tan amplios enfoques, además! Físicos, pintores, arquitectos, químicos. Tantas posibilidades… Pero todavía no me explico si fue esa la diferencia.
Verán, en mi planeta no somos sordos. No hay ninguna dificultad física para que no se haya desarrollado la música, y sin embargo…
Ay, ay, me voy por las ramas. Retomando las diferencias entre ustedes y nosotros, dejando de lado las cuestiones físicas del problema de la música también encuentro diferencias… sociales, digamos. Es dificil para mi darme cuenta de qué es lo que estoy sintiendo en un momento determinado o con determinada persona, fue muy dificil para mi darme cuenta de que no todas las personas me producen la misma sensación. La primera impresión, sería. Fue a través de la música, y de mucho hablar con mi pareja, que pude empezar a distinguir entre un sentimiento y otro.
Pueden imaginarse cómo repercute esto en una población mundial. No recuerdo a mis padres, ellos no se recuerdan entre sí. No sé a ciencia cierta si alguna vez tuve un hijo en mi planeta natal. No digo con esto que la gente sea miserable, a lo mejor a la distancia puede parecer eso pero no me lo parecía cuando estaba allá. Tampoco voy a mentir diciendo que salí a recorrer la galaxia en búsqueda de algo que me faltaba. Acá en la tierra ese parece ser un mito muy difundido. La verdad es que vine en busca de flores, no plantas, sino flores… pero no viene al caso con esta historia.
Muy bien, el caso es que la gente no se busca más de una vez. Todas las existencias son paralelas. Se tocan en algún punto pero no van juntas nunca. Supongo que desde acá es un poco impensable… a ver, tampoco digo con esto que la gente este sola, encerrada en su casa como un agorafóbico (Como verán ya viví una considerable cantidad de tiempo en este planeta). No, la gente sale, de la misma forma que sale acá. Sale a trabajar, sale a comer, sale a charlar y dar charlas sobre educación sexual y drogas. No somos tan distintos, pero no sale a bailar. No existe el concepto de amistad, ni de familia, ni de amor, ni de odio. Simplemente encuentros.
Muy bien, habiendo establecido esto voy al punto. La semana pasada, andando en bicicleta solo, como solía hacer allá, más o menos, a punto de llegar a una esquina me vino la nostalgia. Vi, en esa esquina, reflejada una esquina que conocía en mi planeta. Y lo que es más raro, me pareció ver a uno de mis vecinos.
Me agobió completamente la idea. Se me ocurrieron mil cosas en un segundo. Pensé en mis padres a los que no llegué a conocer, pensé en si tendria hermanos, si tendría hijos. Toda esa gente con la que nunca sentí una conexión o duda mientras habitábamos el mismo espacio y que de pronto, con todo lo que había cambiado en estos años, en este planeta, sentía la necesidad de conocer.
En ese momento pensé que debía ser un truco de mi imaginación y decidí dar la vuelta manzana para comprobar que era sólo un recuerdo. No podía ser más que eso, pero cuando volví a pasar me di cuenta de que era cierto. Un pliegue en el universo, había escuchado hablar sobre estas cosas pero no estaban comprobadas, eran sólo una teoría. Y yo la había encontrado paseando en bicicleta.
Se me ocurre en este momento que sólo una persona que conozca bien los dos lados puede darse cuenta de la diferencia, realmente los dos lados no son tan distintos.
Entonces me paré para ver hacia el otro lado, y el otro lado desapareció. Me acerqué, miré de costado, salté y grité pero no pude verlo hasta que volví a subir a la bicicleta. Sólo podía verlo desde esa altura y en movimiento. Gran chiste del universo. Casi imperceptible, en esa esquina que había recorrido mil veces por ambos lados, caminado, en auto, en colectivo, estaba esa ventana de una de mis vidas a la otra. No podía creerlo. Ese día pasé mucho rato dando vueltas en círculos, pensaba en la gente que dejé atrás cuando decidí quedarme, pensaba si podría, por esa ventana, pasar alguna de las experiencias vividas. Si podría pasar música…
Llegué a la conclusión de que se puede. Esto lo escribo a modo de advertencia. Voy a tirar este papel por la ventana y que mis incautos vecinos sepan que después voy a tirar otras cosas. Instrumentos, cajas de música, cuadros, tratados sobre sociología.

Pero si nunca llegan, si quedan desperdigados por algún lugar del universo igual me van a servir de excusa para ir de vez en cuando a esa esquina y ver como están las cosas del otro lado.